Aún recuerdo cada mañana como escalaba hacia la cima de mi falo,
y su coño estremecido, con fuerza me abrazaba la polla
cada vez que se corría. Empapados y absolutos.
Besábamos la nada y la arropábamos.
Tirando las puertas de Asgard antes de continuar.
Tocando la cumbre de un sentimiento mayor.
Volviendo a la absoluta nada.
Disfrutando la real petite mort.
De la embestida, del gemido, del suspiro.
Cada mañana.
-León de Fuego en el Valhalla-
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