sábado, 14 de diciembre de 2013

GUIÑO DE LUNA.

Después de un largo paseo por la rambla de Benipila, llego a casa y desprendo a mi amigo de sus ataduras. Con el sombrero puesto, me preparo un vermút y me dispongo a recordar mientras de fondo suena unas tonadillas del gran Johnny Cash y ahora si, comienzo a recordar. Recuerdo besos. 

Recuerdo besos y caricias, recuerdo el aliento a cepillado apresurado y hierba buena. Recuerdo el paseo. Un paseo acompañados de una canija pero fuerte bicicleta vestida de Rojo Vivo, ese rojo que me sienta tan bien y me hace sentir fuerte. Conversaciones y preguntas sobre la familia y amigos. Verte de nuevo recuperar el equilibrio sobre dos ruedas resultó gracioso y tierno. Recuerdo mi lucha por mantenerme en pie. La falta de sueño y el tiempo jugaron en mi contra, pero eso no me frenó al verme contra las cuerdas de tu mirada, de tus ojos vidriosos que me mostraron el camino y ataron firmemente a tus labios.  

Recuerdo besos y los guardo en la urna del destino para que me recuerden siempre, que siempre serás tú a quien he amado de verdad. Me vi incapaz de no hacer caso a tus ojos al bajar la mirada del cielo. Te besé mientras oía una sonrisa de complicidad y hermanamiento que provenía del cosmos, del espacio. La Luna me guiñó un ojo y Orión me empujó hacía ti mientras tropecé torpemente con esa bici amuleto que nos acompañó con su sonido particular de piñones, con ese rojo que tantas fuerzas me dio.

El vermút se acaba, pero las canciones no.

-León de Fuego en el Valhalla-  



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