Como bala de oro en la recámara, aguarda la salvia que
aún te pertenece entre las paredes de mi escroto.
Agarro tu cuello, tus caderas,
empujo hacia mi, mientras penetro
empujo hacia mi, mientras penetro
hasta tocar el punto, una y otra vez.
La baba, el sudor y los ojos
grisáceos dan paso a los gemidos,
al grito que luego nos hace
sonrojar y soltar una risa floja.
Mi lengua no está atada y pide entrar
todo lo que pueda camino a tu matriz.
Lentamente, camino a la elevación.
-León de Fuego en el Valhalla-
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